18 de febrero de 2013

De La Rendición al Amor


Me encontraba de viaje. Mi destino era Pessac-Leognon, trabajar en la viña sacando la madera como dicen los franceses, “tombé la boie”.
Encendí la radio y las ondas se pararon en la frecuencia de Radio3. Mis oídos se agudizaron al escuchar:
Su pluma en mi papel.
Su rotulador en mi secante.
Su cohete en mi luna.
Sonaba genial, ralenticé la velocidad: poesía con metáforas que hablaban de sexo…
Se referían a una obra de teatro que se escenificaba en el María Guerrero, en Madrid. Me prometí a mí misma que acudiría a ver la obra. Se titulaba “La Rendición”.
Por fin, el día 12 ya estaba en la entrada del teatro, era la  primera vez que iba a ver una puesta en escena.
Se trataba de una sala pequeñita, íntima, destacaban los colores rojo y negro, una combinación potente: Deseo y Profundidad.
La obra era un monólogo, nos contaba las relaciones sexuales de una bailarina de ballet. Lo excepcional, nuevo, sorprendente, fue el descubrimiento del sexo anal, el enculamiento como vehículo para llegar a la conexión con lo divino.
Transcurría la obra y yo sentada en la butaca me aburría. Y la vacuidad se instaló dentro de mí.
Salimos del teatro y no había necesidad de compartir nada con nadie, qué extraño.
Al día siguiente pasé la película y me exigí adentrar en mí, tenía que sacar alguna lección.
¿Deseo y Amor van unidos?
No. En el deseo me mueve el miedo, utilizo el sexo para manipular y encoñar al macho, me prostituyo para tenerle y no perderlo, cedo mi poder. El deseo me crea un estado de embriaguez y éxtasis falso que me desconecta de quien soy.
El orgasmo al que accedo a través del deseo me lleva a sensaciones no reales, supremas y divinas. ¿“Cuánto tiempo dura este estado”? ¿Y después qué relación tengo o mantengo con mi compañero de viaje estelar?
Miraba en mi biografía o histórico, y todas las relaciones habían nacido del DESEO. ¿Y cómo me encuentro ahora?
Sin ninguna duda, genial. He aceptado la libertad y mi verdad en mi sentir…
Es interesante físicamente. Me encuentro sola y no me siento sola, quiero y me quieren, no solo un hombre, una diversidad de seres…
¿El Deseo lo confundo con el Amor?
Ya no. El éxtasis que produce el amor es continuo, eterno, y está en todas las partes y seres de este planeta y galaxia en el día a día, en las pequeñas cosas, en los acontecimientos cotidianos, en el regalo que es vivir, en el dar y en el recibir, en el ser “UNO  MISMO” SIN MIEDO.
Me siento así, el orgasmo es constante, está en todas las células de mi cuerpo, no sólo se centra en mi clítoris, y me siento libre. El deseo es no libertad, es sumisión, enganche, autoengaño, proyección falsa de felicidad momentánea.
El culo es gustoso, la caverna estrecha y profunda. El cohete llega a la luna con una cierta resistencia que evoca al placer…
El culo es mi identificación, suelto lo que no necesito, evacuo las toxinas, me regenero.
El culo es mi asiento entre el yo y el universo.
¿Por qué entrego el culo por deseo? ¿Para que?
Con ciertas personas resulta más fácil hacer esto. La última vez lo hice por un terrible ataque de celos, es decir, MIEDO… Para mantener una relación falsa, que con el tiempo evidentemente se cae.

Reflexiones después de ver “La Rendicón”, de Toni Bentley
Dirección: Sigfrid Monleón
Interpretación y adaptación: Isabelle Stoffel.

Madrid, febrero de 2013