Al comienzo el nombre fue Kabus. Tras la última estancia invernal, me he ido impregnando de sus luces, de sus sonidos y de la importancia de las piedras y el reflejo de la luz en los cristales. Fue una inspiración. Era evidente, real, estaba dentro de la Casa de los Cristales: reflejo de luz-color. Eso transformó el concepto que estaba en mí: fue profundizar más en mi ser, porque empecé a sentir que era parte integrante de esa misma luz. Mis células se conectaban con la arena, la tierra, los animales, la escasa vegetación, dura, seca, agreste; y mi interior se llenaba de sensaciones, colorido, pureza, armonía. Tuve que salir corriendo. Llegué a un estado de extenuación, debido al trabajo, al cansancio y, sobre todo, a mi dolor e inconformismo emocional, todo ello provocado por un constante cuestionamiento: los demás tenían que ser como yo quería. Ahora, después de un mes de descanso, veo y siento de una manera diferente. El aprendizaje esta en mí. Los cristales y su luz me guiarán para poderlo realizar. ¿El qué? El ser yo misma. El ser yo misma desde mi verdad.
Lourdes, primavera 2011