3 de noviembre de 2010

Kabus, lugar soñado

Aterrizo por primera vez en el desierto marroquí en enero de 2006. Enseguida me doy cuenta de que estoy en un lugar especial, por la energía, la calma, la luz, el viento susurrante, invitándome a sentir. A la mañana siguiente descubro un paisaje dorado y ondulante, que te dice "ven, ven, entra en mí". En el silencio de la noche, mi alma anhela un trozo de tierra, para poderme asentar y llevar a cabo el sueño profundo de una existencia. Así surge Kabus.

Kabus, lugar de encuentro y descanso, de intimidad con uno mismo y los demás. Trabajamos la tierra de una manera tradicional y ancestral. Utilizamos todos los recursos naturales del lugar para levantar un "oasis-hogar". 

5 comentarios:

  1. ni etxe horretan egon naiz!!
    oso omdo dago desertua

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  2. sergio goenaga2/12/10, 20:13

    nik desertura joatean gauz polit asko ikusi nituen:hondar fin eta txuria, dunak, gameluak eta dromedarioak eta eguzkia nola azaltzen zen ere ikusi nuen duna batean.
    ikaragarria izan zen sentsazioa!!!

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  3. Gracias,Sergio por tu aportación ...Un abrazo

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  4. Caminar por el desierto, escuchar voces sencillas, problemas reales, vivencias humanas. La posibilidad de disfrutar de los elementos en estado puro permite que los pensamientos se ordenen, apaciguados por la tranquilidad del entorno.
    La aventura del desierto es un viaje hacia la aventura humana, hacia el encuentro, con una sabiduria y una humanidad que mis amigos de Kabous me ofrecen con sencillez, con desprendida amistad, dejando un recuerdo imborrable de mi estancia en esas tierras de luz y silencio...

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  5. Lo cierto es que no se puede decir mejor. Pienso del mismo modo, y lo pienso en el mismo tono que utilizas tú, Ana. Con todo, en ese marco natural y humano, radicalmente natural y livianamente humanizado (como la selva, la arena del desierto "devora" la obra humana si ésta no se renueva con denuedo), me llamó la atención la desaparición del paisaje que el viento lleva a cabo. Se convierte en protagonista exclusivo y difumina todo contorno y relieve. Sopla y borra todo contenido que no sea su sonido. ¿Qué nos viene a querer decir su bramido? Nos rescata al presente puro.

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